La soledad acompaña al escritor

Como en todo oficio o profesión, hay reglas que son ineludibles. En el caso de quien se dedique al oficio de la escritura, debe entender que el supuesto “síndrome de la hoja en blanco”, no es el reto por vencer. En realidad, y dada mi experiencia, dentro de este noble oficio, está el de apegarse a una regla vital como la sabia del árbol que provee las hojas de los libros físicos: estar en soledad.

Llama someramente la atención cómo muchas personas, aparentemente, le tienen miedo a la soledad. Pareciera que estamos acostumbrados al ruido. Porque, hay que decirlo, eso es lo que estamos viviendo en esta incipiente carrera de la cotidianidad. Y lo que es más sorprendente, es una carrera maratónica existencial que muchos no están preparados en llevar. Se escucha un incesante murmullo del jadeo.

Por ello, quien se dedique, o pretenda, dedicarse al oficio de la escritura, deberá apartarse de ese mundano ruido y en un acto de redención con la ficción, refugiarse en la soledad, no como un acto de escape sino de salvación de su propio potencial creativo. El escritor, si o si, debe estar en soledad. Ese es el escenario ideal para poder iniciar su trabajo.

Aceptar el reto de vivir en soledad

Así que el primer gran paso que todo escritor debe de ejecutar es, precisamente, vivir en soledad. Aislarse, refugiarse en su biblioteca personal y entregarse totalmente a su oficio: leer, pensar, escribir y tomar café en varios intermedios. Hacer eso es pieza fundamental en ese germen literario. Después, por supuesto, vendrán otros retos que desangrarán su espíritu.

Y, sin embargo, no claudicará el escritor, la vocación es lo más valioso que tiene y lo que verdaderamente le da fuerzas para seguir. Ese es pues, entonces, el primer paso para tener en cuenta. Si no se accede a ello, es mejor no pretender ser escritor.

 

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