Quizá recuerden a los monjes medievales de «El nombre de la rosa», de Umberto Eco, con su lengua azul. Sí, era obra del venerado monje bibliotecario, celoso guardián de la pureza de las almas. Pruebe ahora a lamerse la oreja con su lengua. No se desanime, pruebe otra vez…, ¿no llega?. Tal vez se pregunte si alguien puede hacerlo.
¿Un ser vivo o un acertijo científico?
En 1901 los científicos identificaron por fin a un animal herbívoro artiodáctilo que les había traído de cabeza. No encajaba bien con ninguno de los tipos de Linneo. Hoy día tampoco se sabe mucho, salvo que Okapia johnstoni se clasificó como un familiar génerico de la Jirafa, aunque su cuello y patas son más cortas.
El característico cuello de la Jirafa parece ser una estrategia evolutiva para ramonear los brotes más tiernos de las copas de las acacias. Mi profesor de biología solía bromear diciendo que era para poder espiar mejor a sus congéneres o atisbar a sus depredadores por encima de las acacias, que en otrora tapizaban la sabana africana. En todo caso, esa ventaja evolutiva no parece serlo tanto cuando tienen que beber agua, adoptando una postura un tanto desconyuntada que las deja a merced de los oportunistas cocodrilos.
Es un ser poco sociable , se afana en esconderse en la penumbra de los matorrales, y a juzgar por sus paletillas y glúteos cebrinos, quizá sea para pasar desapercibido o confundido ante los ojos de su único depredador, el leopardo, para el que sólo será un imagen psicodélica en sus cerebro, mimetizada entre la frondosidad del bosque. Su aspecto equino sugiere un animal desconfiado y huidizo o que debía recorrer grandes distancias a gran velocidad, y salvando obstáculos, en el menor tiempo posible.
Otro asunto es su lenguaraz órgano azulado, tan alargado que «puede lamerse las orejas» y que también es prénsil, con lo que puede guardar el alimento bajo su lengua. Al igual que las jirafas, el macho posee dos pequeños osiconos, protuberancias óseas precursoras de las cornamentas, recubiertas de pelo y adosadas a su cabeza. Si bien no parecen tener utilidad alguna, están vascularizados, por lo que, como en el caso de las jirafas, podría tener una función termorreguladora.
Un ser vivo poco sociable y esquivo.
Hoy día el Okapi, con apenas unos miles de congéneres, es uno más de los que engrosa la larga lista de animales en peligro de extinción. Exiliados de su habitat natural, por la migración a causa de la explotación minera de metales esenciales para que funcionen nuestros aparatos electrónicos, sobrevive en la Reserva Salvaje del Okapi de la República Democrática del Congo, o se cría en cautividad en lugares tan lejanos como por ejemplo el Centro de Conservación White Oaks, en Florida.
El Okapi es un animal esquivo. Vive en solitario o en pareja, a veces en pequeños grupos. Su habitat es limitado y restrictivo. De color rojizo, es difícil verlo, por lo que se suele seguir su rastro por los excrementos que va dejando u otras señales que evidencian su presencia. La hembra tiene un desarrollado sentido de la maternidad, adopta a una cría huérfana a la defiende hasta la muerte como si fuese la suya propia, y se comunican entre sí con un variado repertorio de sonidos.
Habitan lugares en los que crecen árboles grandes y frondosos donde pueden pasar desapercibidos, por lo que prefieren bosques tropicales como las selvas de el Congo. Se alimentan de hojas, brotes y tallos de diferentes plantas, hierbas, frutos, helechos y hongos, muchos de los cuales harían las delicias de las brujas de los cuentos de hadas.
Está considerado por los científicos como un fósil viviente emparentado con los jiráfidos del Mioceno, Era Terciaria. Aunque está clasificado dentro de la familia de las jirafas, por guardar adaptaciones morfológicas similares, en realidad parece más un caballo.
Y ¿por qué la lengua azul? Es un misterio sin resolver. Los científicos piensan que el azul es un color llamativo usado en la naturaleza para asustar a los depredadores u órgano termorregulador, como en el caso de algunos lagartos y serpientes. Pero en el caso del Okapi, como de la Jirafa, ese argumento no lo explica. De momento, esperando a ulteriores investigaciones nos quedamos con que tienen una larga lengua azul con la que se pueden lamer las orejas…, ¿lo intenta una última vez?