El cine nos trae esos momentos maravillosos que exploran nuestros buenos sentimientos que nos mantienen expectantes y consiguen que una lágrima brote de nuestros ojos.

La vida en nuestro mundo ideal

Un joven idealista, arrogante y orgulloso, que se va a comer el mundo, ve truncados sus sueños cuando, al fallecer su padre, debe hacerse cargo del negocio familiar. Al cabo de los años, desesperado por las deudas, decide poner fin a su vida.

Estamos tan ocupados en lo que deseamos que apenas nos damos cuenta de cómo nuestras acciones pueden influir en la vida de los demás y, después, cuando las cosas nos vienen mal dadas y nos sentimos perdidos, tan sólo pensamos en nuestra mala suerte y nos olvidamos que los demás están ahí.

Una reflexión sobre nosotros mismos nos lleva a la conclusión de que mejor no hubiésemos nacido; pero, los árboles no nos dejan ver el bosque, y una reflexión más profunda sobre cómo les ha ido a los demás, quizás nos haga ver que, después de todo, nuestra vida no ha sido en balde.

                                                                                                                    

La vida en nuestro mundo real

Vivimos en Potterville. Nuestro hermano pereció por hipotermia aquél día de invierno que se resquebrajó el hielo y se hundió en las heladas aguas. El boticario confundió la receta de las píldoras y acabó en la cárcel por homicidio y con su vida arruinada.

La hermosa Violeta es una mujer perdida en el caos de la pequeña Gomorra propiedad del avaro Señor Potter.

Muchos de nuestros convecinos no tienen una vivienda digna, y algunos, ni siquiera, un techo bajo el que vivir. Nuestro tío está internado, víctima del alcohol.

Mary es una solterona, sin más futuro que cerrar todas las tardes la biblioteca municipal.

                                                       

¡Quiero vivir, quiero vivir! Es el grito desesperado que emerge de nuestro corazón después de reflexionar sobre lo que hubiese sido la vida sin nuestra existencia. Lo que hay detrás de nuestros sinsabores cotidianos.

El cine tiene esa magia visual. Explora en lo más profundo de nosotros mismos y pone a prueba nuestra empatía.

Por un sólo instante, queremos creer que las cosas ocurren realmente así, que, en el momento más desesperado, nuestros semejantes vendrán en nuestro auxilio, que nuestra vida no ha sido en vano.

Que bello es vivir! llegó en el momento justo, después de una devastadora guerra mundial, para recordarnos que, ha pesar de tanta sinrazón, nunca debemos perder la fe en la humanidad.

Recuerda, George, que no fracasa quien hace amigos. Gracias por las alas.

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