El mundo se ha vuelto loco. Quizás es lo que pensamos cuando vemos las noticias en televisión o en los diarios digitales en la red. Estamos acostumbrados a vivir en una sociedad violenta y, sin embargo, nunca deja de sorprendernos.

Licencia por una noche para ser violento.

El balance de la Nochevieja española no deja lugar a dudas. Accidentes de tráfico y viales, agresiones, peleas y reyertas, atención sanitaria en domicilios y en la vía pública, avisos de incendios de contenedores y viviendas, avisos por ruidos y molestias, heridos por contusiones, brechas en la cabeza y hemorragias nasales, apuñalamientos, infartos cardíacos. Los maltratadores tampoco dejan pasar la ocasión.

¿Les parece de locos? Con todo, esta pasada Nochevieja hubo un número de llamadas a los Servicios Sanitarios Móviles, Bomberos y Policía Municipal inferior a las del año anterior. Sólo en Madrid, entre unos y otros, recibieron más de 4000 llamadas.

Parece que cualquier ocasión es buena para quitarnos la cinta del pelo y desmelenarnos, o para sacar de paseo nuestros instintos más primitivos. Es como si por una noche nos diésemos una licencia para hacer lo que nos dé la gana, al estilo de esa espeluznante película de culto, “La Purga”…, ¿se lo imaginan? En la vida real, al menos, tenemos Servicios de Emergencia.

                                                                       

El bueno del Dr. Jekyll no era violento.

Los expertos no se pone de acuerdo en por qué somos agresivos y violentos, unos nos dicen que es consustancial a nuestra naturaleza animal, una cuestión de supervivencia y, otros, que es un aprendizaje o modelado por sucesos traumáticos de nuestra infancia. Y, empero, si lo pensamos, no todos somos violentos, o eso creemos.

Todos llevamos a un agresor dentro, eso es lo que también nos dicen los expertos, que somos como un Jekyll & Hyde. Sólo es necesario un estímulo lujurioso para que el Señor Hyde salga de su escondite y se adueñe de nuestra personalidad. Y después de campar a sus anchas y hacer de la suyas durante la noche, el Señor Hyde regresa a su escondite; pero, ojo, que igual un día se queda.

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