Nos da repelús una cucaracha o nos inquieta ver las patitas de una araña asomando por un agujerito en un rincón de la casa. El polvillo que tapiza nuestros muebles, ese churrete en pomos y ventanas o esa mugre en el suelo, nos irrita más por la apariencia que por nuestra salubridad, y nos mueve a limpiarlo con obsesión, no sea que lo vean nuestros vecinos.
Nos afanamos en frotar con lejía el cuarto de baño pensando en que es el lugar donde más suciedad hay. Y, sin embargo, es en la cocina donde proliferan casi 200 veces más gérmenes fecales, como E. coli y estafilococos. En la bayeta, el estropajo, la esponja de fregar y en el fregaderero se dan las condiciones óptimas de humedad y de materia en descomposición para que proliferen estas bacterias, incluso en la tabla de picar. La goma y rejilla de los electrodomésticos son caldo de cultivo para el moho.
En nuestro váter pueden vivir hasta 50 E.coli por pulgada cuadrada (una pulgada equivale a 2.54 cm) y nos obsesiona tanto dejarlo como los chorros del oro que nos olvidamos de otros lugares de la casa. En las pantallas táctiles de nuestros ordenadores y móviles, en el teclado e, incluso, en el mando de la televisión, proliferan más cantidad de E. coli que en el váter, lo mismo que en pomos y asideros de las puertas. Y es que, por mucho que usemos los mejores productos higiénicos, incluso los trucos de la abuela, nunca conseguiremos esterilizar del todo nuestro hogar, ni siquiera los más sellados laboratorios están libres de hongos y bacterias.
Desde que venimos al mundo somos portadores de una microbiota que con los años se va enriqueciendo. Y somos muy tocones. Nos abrazamos, nos besamos, estrechamos la mano, compartimos y pasamos la mano por todo tipo de objetos a diario. Por no hablar de lo que pisamos, y luego, por mucha paliza que demos al felpudo, invaden nuestro hogar adosados a los zapatos. Y sin poderlo ver, estamos ante un auténtico microzoo o un espectáculo cirquense de saltimbanquis, acróbatas, funambulistas y trapecistas microbianos…, pasen y vean.
En nuestros hogares habitan protozoos, bacterias, virus, hongos, ácaros, y los dinos, cucarachas, arañas, chinches, moscas y mosquitos, vectores de enfermedades, y lo que más asco nos da, sin duda, es una cucaracha. Tal es así que, cuando hacen su aparición, salimos pitando en busca de un pesticida, y ahí está la trampa porque esos y otros bichitos se resisten y se inmunizan, mutándo y proliferando aún más por toda la casa.
Aislados de la naturaleza y encerrados en nuestras jaulas de hormigón, hemos perdido nuestra inmunidad natural y estamos expuestos a enfermedades e infecciones en la seguridad de nuestro propio hogar. Menos mal que la mayoría son inocuos. Pero, los hay dañinos, y no sólo Escherichia coli.
Nuestro hogar es el habitat de casi 200.000 especies de microorganismos, muchos de ellos desconocidos, afirma el biológo Rob Dunn en su reciente libro Never Home Alone, con una variabilidad en función del lugar donde se encuentre la vivienda, sus habitantes, diferente si son hombres o mujeres, e, incluso, si hay o no mascota, como revela un estudio del ecólogo Noah Fierer, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B.
Según su estudio, algo tan habitual en nuestros hogares como el polvo, contiene hongos de varios tipos (Aspergillus, Penicillium, Alternaria y Fusarum) en función de dónde esté ubicada la vivienda, y la invaden como caballo de troya cobijados en nuestra ropa o a través de puertas y ventanas abiertas. El polvo también contiene bacterias. Nuestra piel descamada espolvorea estafilococos y streptococos, de la especie pneumaniae y pyogenes, y, en función de los habitantes de la casa, gérmenes fecales como Bacterioides y Faecalibacterium, variables según sean hombres o mujeres.
Esta microbiota que convive en nuestro hogar está vinculada a alergias, asma, trastornos intestinales y enfermedades como la enfermedad de Chron, enfermedad inflamatoria del tracto intestinal. El 20% de las infecciones alimenticias ocurren en casa por la presencia de Salmonella, Escherichia coli (E.coli) y Campylobacter, según un estudio del microbiólogo de la Universidad de Arizona, Chuck Gerba.
Si es usted es verminófobo, sufre miedo a los gérmenes, no se empeñe en acabar con ellos usando pesticidas y antimicrobianos porque eliminará también a los beneficiosos, y permitirá que se instalen y proliferen los dañinos, como las cucarachas, chinches y la MRSA, una especie de la bacteria estafilococo resistente a los antibióticos.
No descuide nada. Su cepillo de dientes puede contener gérmenes fecales, coliformes estafilococos, pseudomonas y levadura, límpielo bien, no deje los juguetes de los niños por ahí tirados ni ande descalzo, una bacteria tarda menos de 10 segundos en colonizarlo.