El diagnóstico de una enfermedad no siempre es certero o fácil de hacer. Esto conlleva a años de sufrimiento por parte de personas que, sin estar seguro de su padecimiento, viven con una dolencia que podría ser perfectamente tratable.

Después de todo, la ciencia médica no es algo exacto o automatizado, sino que pasa por la valoración de personas, con prejuicios y distintos niveles de conocimiento y experiencia. Ciertamente, esto es una limitación implícita de la medicina moderna.

Por otro lado, la cantidad de tareas de la cotidianidad podrían distraerte para notar las alertas tempranas.

Por esa razón, quiero contarles mi historia sobre cómo descubrí que sufría de Espondilitis Anquilosante, un tipo de artritis rara, que afecta el sistema nervioso central y causa dolores indescriptibles en los momentos de mayor severidad.

Entendiendo mi cuerpo

La representación social sobre la artritis está llena de errores comunes. Muchas personas tienden a confundir la artritis con las artrosis o algún tipo de patología en los huesos, cuando en realidad tienen un origen más global.

En la artritis, tu sistema inmunológico no anda bien, y las células responsables de proteger tu cuerpo terminan por atacarlo. Ésto genera un daño que puede ser confundido con otras patologías.  Por eso lo llaman enfermedades autoinmunes, ya que tu propio sistema inmune actúa contra ti.

El origen casi siempre es genético y podría ser propiciado por factores como la alimentación, el estrés a algunas infecciones previas.

Nunca conocí a mis abuelas ni sabía mucho de ellos, porque murieron cuando mis padres eran bastante jóvenes. Por lo que era difícil saber si había algún componente genético que haya podido heredar.

Al principio fue frustrante

Siendo un joven de 18 años, no podía entender cómo tenía tantas limitaciones para caminar por tiempo extendido. Y no se trataba de cansancio, sino de un dolor profundo y difícil de “encontrarle un centro” en pies, rodillas y espalda. De cualquier forma, yo lo entendía como un signo de debilidad.

Desde pequeño, practicaba artes marciales, por lo que no estaba en tan mala forma. De pronto, hasta los ejercicios más sencillos se hacían cada vez más difíciles de ejecutar.

Al final de la tarde, el dolor era peor y en las mañanas tenía dificultad para pararme. Desde el punto de vista práctico, supuse que debería ser una lesión específica que originaba todos mis males. ¿Y qué otra cosa podría ser? (que ingenuo fui)

Fui a más de 7 médicos traumatólogos e internistas que, por supuesto, implicaban gastos excesivos en exámenes y pruebas no concluyentes. Mi condición seguía empeorando y cada vez me sentía menos comprendido.

Incluso, algunos miembros de mi familia sugerían que podría ser algo “psicológico” (refiriéndose a la somatización de preocupaciones). Por algún momento, llegué a creerlo y caí en depresión.

Reumatología

Una persona me sugirió ver a un reumatólogo. No tenía ni idea de que era esta especialidad. Además, estaba ya cansado de visitar médicos. Mi esposa logró convencerme de ir. Esto fue fundamental para conocer sobre mi condición y conocer cuántas personas estaban pasando por lo mismo que yo sin saberlo.

Ir con el médico indicado cambió todo. Me recetó medicinas muy distintas a las que venía tomando. Al cabo de dos días, pase de no poder caminar sin ayuda, a poder correr.

La artritis de origen autoinmune, no es curable. Pero, si eres tratado de forma adecuada, puedes vivir sin siquiera notarlo. Los dolores articulares, la rigidez, hinchazón matutina, la inflamación al caminar, la información de la piel, desaparecieron al cabo de días.

Esta historia va para personas que puedan sentir las mismas dolencias y, general, es una invitación a estar más alerta ante cualquier signo de cambio negativo en tu cuerpo y a no decaer en la búsqueda de soluciones para tu padecimiento.

 

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