Una imagen tópica es la de una persona practicando yoga, que nos evoca un universo místico y trascendental, incluso aseguran que pueden permanecer en ese estado durante largo tiempo disminuyundo sus requerimientos energéticos, muy útil también para ahorrar en nuestra cesta de la compra, pero los hay que son aún más ahorradores.
Otra imagen tópica es la de un flamenco sosteniéndose a una pata. A priori parece una postura incómoda, pero a estas aves les resulta muy eficiente, o eso piensan los científicos, que es una manera de ahorrar energía como si estuviesen practicando yoga.
Equilibrio sobre una pata.
Quizá alguna vez se ha preguntado cómo lo consiguen. Visto desde fuera parece como que su cuerpo emplumado y embolado se sostiene, sin perder el equilibrio, sobre una fina varilla articulada y rígida, su pata.
Si nos ponemos a pata coja, luego de un rato sentimos fatiga muscular y nos bamboleamos perdiendo el equilibrio. Nos balanceamos de lado a otro intentando mantener nuestro centro de masas y, finalmente, o abandonamos, o cambiamos de pierna. Los flamencos también alternan de pata, pero no parece que sea por la fatiga ¿Cuál es la diferencia?
Tenemos los mismo huesos en nuestra extremidad, pero la disposición del fémur (muslo) es diferente. En los flamencos se dispone horizontal, lo que les permite distribuir su peso en relación a su centro de gravedad, y que forman situando su pie en el centro bajo su cuerpo, lo que disminuye la fuerza muscular hasta siete veces mientras duermen.
El mecanismo es algo más complejo.
Lo que aparenta ser la pata es realidad una articulación formada por dos partes, una por el alargamiento del tarso (hueso del pie) en la parte inferior y, en la parte superior, la tibia, quedando la rodilla bajo su cuerpo, y el femur en posición horizontal.
No se están del todo quietos, se balancean ligeramente, el pie bajo su cuerpo evita que la rodilla se flexione y consigue que la pata se mantenga extendida, por eso parecen como un arbolito rosado en medio de un charco de agua.
Un mecanismo que los científicos llaman mecanismo de bloqueo pasivo, más concretamente, Young-Hi Chuang y Lena H. Ting lo definieron como “mecanismo gravitacional de estancia pasiva”.
En sus investigaciones los científicos hallaron algo más sorprendente estudiando cadáveres de flamencos. Cabe esperar que, inerte, un flamenco no se sostenga sobre sus dos patas, pero sí lo puede hacer a pata coja.
El estudio anatómico descubrió el secreto de los flamencos: Al situarse directamente bajo su cuerpo, el ángulo de la pata está hacia adentro, lo que permite que adopten esa postura, manteniendo el equilibrio y con el mínimo esfuerzo.
La forma de su pie ayuda a mantener el equilibrio y la estabilidad debido a que uno de sus cuatro dedos, más pequeño, queda libre en la parte posterior, quedando los otros tres en la parte anterior unidos por una membrana, como si fuese una peana.
Además, no están del todo dormidos, tan sólo un 10% de su cerebro descansa, el resto está alerta a alguna posible rapaz revoloteando al descuido e, inconscientemente, para cambiar de pie cuando toque.
Los científicos también observaron que los flamencos de vez en cuando se mueven ligeramente en su posición de equilibrio para asearse. Con el bloqueo pasivo, explican, lo que se quiere decir es que la articulación funciona como el gozne de una puerta, es rígido hacia un lado y flexible hacia el otro. De otra manera, si la pata se mantuviese del todo rígida, los flamencos no podrían moverse mientras duermen.
Equilibrio y eficiencia energética.
¿Y por qué son tan ahorradores? Son pesados y de larga envergadura. No tienen fácil despegar, necesitan tomar carrerilla, y una vez en el aire, no saben planear, tienen que batir constantemente las alas, pero son veloces, teniendo en cuenta su aspecto desgarbado, debilucho y frágil pueden alcanzar hasta 70 kilómetros por hora.
El flamenco vive en charcas salobres, salinas o alcalinas, no tiene problema, una glándula filtrante en su pico le permite deshacerse del agua mientras se alimenta. Se distribuye por todo el mundo, excepto en Oceánia, y puede habitar incluso en lugares donde se alcanzan temperaturas de 60 grados centígrados, lo que le hace un superviviente único entre las aves.
Tal vez sea por eso, y no sólo por su color, que se le relaciona con el mito del ave fenix, un ave incandescente que puede morir apagando sus propias llamas y resurgir de sus cenizas.
No rete a un flamenco a ver quién aguanta más la respiración bajo el agua, ellos pueden aguantar durante largos períodos de tiempo buscando su alimento.