Quizá recuerden aquella alegoría bíblica en la que Caín se quitaba de en medio a su hermano Abel con la quijada de un asno, o aquella de Kubrick en la que un simio se convertía un líder con un fémur en mano. Hoy día hemos adelantado una barbaridad. Podemos deshacernos de nuestros enemigos sin salir de casa.

Piensen ahora en ese loco malo de las pelís que amenaza al mundo con su arma definitiva de destrucción masiva. ¿Se imaginan a un neandertal diciendo lo mismo? Entre aquél simio de Kubrick y Caín apareció el neandertal que sabía cómo fabricar una jabalina, y diseñada de tal manera que podía ser letal: la Lanza de Schöningen.

Los neandertales lanzaban jabalinas a 120 Km por hora

Se trata de una lanza de madera, tallada a mano, de unos 800 gramos de peso y 2,3 metros de longitud y que, lanzada desde 20 metros era letal para cualquier animal acechado por un neandertal, lo que les acerca un poquito más a los humanos, según declara la arqueóloga Annemieke Milks que, junto a su equipo de la University College de Londres, tallaron lanzas como las de Schöningen con madera de abeto rojo, un árbol típico al norte de Europa. 

El arqueólogo Harmut Thieme, mientras trabajaba con su equipo en unas minas de carbón a cielo abierto en Schöningen, Alemania, encontró, mezcladas con restos de caballos descuartizados, lo que califícó como “las armas de caza completas más antiguas utilizadas por lo humanos”, una decena de lanzas enteras con una edad aproximada de 300.000 años, por lo que, su manufactura se atribuye presuntamente a preneandertales, el Homo heidebergensis.

La puntas pesadas de las lanzas sugirieron a Thieme que se usaban como jabalinas más que como picas agarradas con las manos. De su funcionalidad se deduce que eran utilizadas para cazar a largas distancias animales de piel fina. No eran útiles con los de piel gruesa. Para Annemieke Milks el hecho de que los neandertales, presuntamente fuesen capaz de diseñar lanzas voladoras indica que tal vez tuviesen conocimientos sobre balística.

Deportistas ingleses que participaron en el experimento del equipo de Milks, pudieron comprobar que las jabalinas de los neandertales podían acertar a sus presas desde 20 metros de distancia a una velocidad de 120 Km/h., con un promedio de aciertos de uno de cada cuatro lanzamientos.

El paleoantropólogo español Juan Luis Arsuaga, miembro del equipo que excava los yacimientos de Atapuerca, en Burgos, España, describió así la posible escena en su libro “El collar del neandertal”: “Hace 400.000 años, los grupos de cazadores humanos debían de esperar a las manadas de animales en las orillas de un lago, quizá protegidos por la neblina matutina. Se acercarían a su presa, arrastrándose a través de juncos altos, hasta tenerlos a tiro y soltar una ráfaga de lanzas. Cada caballo que derribaran proporcionaría al grupo humano cientos de kilos de la carne que tanto necesitaban para sobrevivir en ese frío ambiente”.

Sólo aclarar que cuando escribe “en las orillas de un lago”, se refiere a la cuenca minera de Schöningen que, por decirlo así, es el lago actualmente fosilizado.

Posteriores trabajos en el mismo área han sacado a luz una rica y variaba diversidad de vida, de actividad humana y de artefactos de piedra, huesos y madera de aquel tiempo, lo que Schöningen es hoy un punto de referencia mundial para la investigación arqueológica, de la ecología del cuaternario y del clima.

Graffitis neandertales

Éstas y otras pruebas hacen pensar a los científicos que quizá los neandertales y los sapiens no seamos tan diferentes después de todo, como por ejemplo, unas enigmáticas pinturas rupestres halladas en una de las tres cuevas de La Pasiega, en Cantabria, España, que, según su última datación, se consideran las más antiguas conocidas hasta la fecha y fueron obra de los neandertales hace 65.000 años.

Aunque nos definimos como sapiens, no sabemos muy bien por qué la primera utilidad que le damos a cualquier objeto es darle un cachiporrazo a quien tenemos al lado y, si puede ser ha distancia, mejor. Por eso, quizá, los neandertales debieron pensar: «Qué mejor que una jabalina«.

Pues ya sólo nos queda saber una cosa, en qué momento a un neandertal se le ocurrió utilizar a uno de sus semejantes como fardo para probar su puntería. 

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