Lewis Carrol nos daba noticia de un país de las maravillas al que se accedía a través de un espejo. Imagine ahora que existe un paraíso utópico donde todos su sueños se hagan realidad, no tenga que trabajar y no le falte de nada, y al que se accede a través de un lugar llamado Jauja.

Lope de Rueda, uno de los primeros actores profesionales y dramaturgo español del siglo XVI, precursor del “Siglo de Oro” de las letras españolas, dejó constancia en su obra “La tierra de Jauja”. Pero ¿qué es jauja?

Solemos decir “esto es jauja” cuando nos ponen las cosas «a huevo», fáciles, y sólo hay que tomar cuánto uno necesite, sin límite y sin esfuerzo. Todo es abundancia. Es casi un estado ideal de felicidad y satistacción, como estar en lugar paradisíaco…, ¿y existe ese lugar?

¿Cómo se llega a Jauja?

Lope de Rueda describía Jauja como un lugar donde a la gente le pagaban por dormir, los árboles daban buñuelos, las calles estaban pavimentadas con yemas de huevo y atravesado por arroyos de leche y miel.

Jauja es una pedanía de Lucena, un pueblo de Córdoba, situada en el vado de un meandro del río Genil, frontera entre Servilla y Córdoba, en España, lugar de nacimiento en 1805 de José María Pelagio Hinojosa Cobacho, el célebre bandolero andaluz “ El Tempranillo”.

Su ubicación data el siglo XII y su topónimo deriva de la expresión árabe “xauxa”, en castellano antiguo, que siginifica “vado, pasillo, pasadizo o portillo”, porque aquel era un lugar de paso que conectaba el reino de Granada con Ecija, en Sevilla.

Jauja es una tierra de secanos y olivares que guarda poca semejanza con el país de las maravillas imaginario de Lope de Rueda, pero los vecinos de la pedanía rivalizan el origen de la leyenda con un lugar al otro lado del Atlántico, en el altiplano de Perú.

Jauja, situada a 3.390 metros de altitud en el antiguo Valle de Jauja, es una de las primeras ciudades fundadas por los españoles que llegaron en el siglo XVI al antiguo Imperio Inca, actual Perú, que fue capital del nuevo territorio hasta 1535, cuando se fundó Lima.

Francisco Pizarro, célebre conquistador español, fundó esta ciudad. La eligió como capital por su situación privilegiada que le servía como “cuartel general” de los territorios que estaba conquistando, y a la que le dio el nombre de Santa Fe de Hatun Xauxa.

Aunque se dice que el topónimo deriva del quechua “shawsha”, es más probable que devenga de la pedanía de Lucena, por la costumbre, en recuerdo u homenaje, de trasponer la toponimia del país de origen a los nuevos territorios descubiertos.

Jauja, un buen reclamo.

La conquista del Imperio Inca fue una empresa que se iba a desarrollar durante el segundo viaje de Cristóbal Colón al nuevo mundo. No era fácil enrolar marineros, ni siquiera hombres de aventura, dispuestos a soportar una larga travesía por el océano y perdidos por inexploradas tierras.

Así, pues, Cristóbal Colón puso a prueba una vez más su célebre ingenio. Bien se podría decir que le habría ido muy bien si su empresa hubiere sido una moderna agencia de viajes. Este podía haber sido su folleto: “Disfrute de la maravillas del País de Jauja, un lugar paradisíaco rodeado de montañas donde se respira aire limpio y natural, y un valle de tierras fértiles y campos verdes. Un lugar de prosperidad y abundancia donde te pagan por dormir y hay comida por doquier”.

Un buen reclamo con el que confiaba engatusar y enrolar a un mayor número de aventureros en su segunda expedición rumbo a las Indias Orientales, como según la leyenda siguió creyendo Colón hasta su muerte.

El valle andino disfrutaba de un clima benigno, donde todo era abundante. Los pobladores incas guardaban en enormes depósitos, tambos, abundancia de comida, riquezas, ropajes y otros bienes que permitió a Pizarro y a sus hombres pasar una larga temporada viviendo holgadamente, lo que les recordó el paraíso imaginado por Lope de Rueda, de ahí que Cristóbal Colón fuese contando que existía un lugar de abundantes riquezas y no hacía falta trabajar.

Esta leyenda era, a su vez, una versión del mitológico País de Cucaña del medioevo, en el que no hacía falta trabajar y abundaba el alimento. Sus habitantes vivían entre ríos de vino leche, rodeados de montañas de queso, y de los árboles pendían lechones asados con la faca ya trinchada listos para desgustar. En la década de 1960 volvió este mito como símbolo de la cultura hippie, un lugar donde era posible satisfacer todo los deseos.

“Cucaña” puede que derive de la expresión occitana “cocagne” que alude a la planta del mismo nombre de la que se obtenían los pigmentos para teñir «pasteles». En el siglo XVI, el lugar donde se producía esta planta se conocía como País de la Cocagne, en la región francesa de Lauragais, y por extensión se llamaba así a cualquier región rica y de buen vivir. Por ello, Pizarro lo adaptó con el sinónimo de País de Jauja. También dio origen al juego conocido como cucaña, plasmado pictóricamente por Francisco de Goya en su cuadro «La Cucaña».