Un día hablamos de no ser confiados, de ser prudentes con los que nos aguardan al acecho; pero, qué es lo que ocurre cuando el enemigo lo tenemos en casa.
Tan sólo tres días después de nuestros buenos propósitos, aterrizamos y nos damos de bruces con esta realidad, y por muy habitual que por desgracia sea, no debemos acostumbrarnos a estas luctuosas noticias y pasar de largo sin hacer una mínima reflexión porque es la única manera que tenemos de ser conscientes de que estos hechos indignos son cotidianos, aunque no salten a las páginas de la prensa escrita o de los diarios digitales.
La «primera» víctima del nuevo año.
Una joven de la localidad de Laredo, en Cantabría, España, ha tenido la mala fortuna de ser la primera víctima de la violencia de género del año. El presunto agresor, ex novio de la joven, se entregó a la policía. No tenía antecedentes por esta causa, ni la joven había presentado denuncias previas.
Y en la noticia leemos: “la primera”. Casi da espanto pensar que ya damos por hecho que habrá más víctimas. En España, durante 2018, 47 mujeres murieron a manos de sus parejas o exparejas y, desde 2003, fecha en la se comenzó a contabilizar oficialmente, 976 mujeres han sido víctimas de esta lacra social.
Parece haber un sentimiento de culpa posterior. Los agresores unas veces se entregan voluntariamente, otras se suicidan tras arrebatar la vida a su pareja. No sabemos qué es lo que les pasa por la cabeza, si actúan conscientemente o enajenados, esto es algo que sólo los expertos nos podrán decir.
Víctima de la propiedad y de la la impunidad.
Se dice que en su cara oculta hay un sentido de propiedad… “la maté porque era mía”, como si se tratase de un derecho inalienable que se otorga el agresor; pero, que, una vez consumado el uxoricidio, la mala conciencia se le revela…, o no, sigue creyendo que está en su derecho y la seguirá agrediendo otras tantas veces porque es suya, porque en sus dominios se siente impune… Leemos otra noticia:
A dos días del año nuevo, en el País Vasco la policía detuvo a 4 jóvenes por diversos episodios de violencia de género. La edad de los agresores iba de los 17 a los 36 años y, según el sentir general, a pesar de la conciencia social, se sienten impunes, no parece importarles agredir a las mujeres en plena calle.
En nuestro nuevo mundo las noticias vuelan y mañana ya nadie ajeno se acordará. No es que podamos hacer mucho a volapluma, tan sólo hacer conciencia para que las víctimas no sean tan sólo un suma y sigue ni se queden en una fría estadística ni, más luctuoso si cabe, un viral como ese que corre por ahí en el que un tipo maltrata a su pareja porque se olvidó de su regalo.