Diariamente nos enfrentamos a situaciones que nos superan y echan abajo nuestra precaria estabilidad. Es entonces cuando nuestro organismo entra en crisis luchando para reestrablecer el orden interno.

El miedo es uno de los mecanismos de defensa de los que disponemos para sobrevivir en lo que percibimos como medio hostil. Los cementerios están llenos de héroes, se dice.

Y desde niños nos educan manipulándo el miedo como mecanismo de control, la prudencia…: «niños, no os acerquéis a Candyman, el hombre de los caramelos».

Un cuerpo reacciona ante un estímulo externo cuando se alteran sus propiedades, es lo que los físicos llaman histéresis. Si el estímulo se mantiene en el tiempo, los psícologos hablan de estrés.

Una reacción exacerbada ante el estímulo nos mueve a la histeria, un trastorno mental (neurosis) en el lenguaje psiquiátrico, o el baile de San Vito, en el lenguaje popular.

¿El estrés le saca de quicio?

Se dice que el estrés es una de las epidemias del siglo XXI. Para combatirlo recurrimos a la automedicación, drogas, tabaco, alcohol… En la sociedad moderna nadie está a salvo, y como siempre hace falta un chivo expiatorio, le echamos la culpa de todo al estrés. Y, ¿qué es el estrés?

No somos dioses y, sin embargo, seguimos pensando que lo tenemos todo bajo control, y la verdad es que ni siquiera somos conscientes de lo que ocurre en el interior de nuestro organismo ante estímulos que percibimos como estresantes. No nos tomamos en serio los siete pecados capitales. Hay estímulos que alteran nuestro ánimo y hacen trizas nuestra débil templanza; pero, no hay por qué darse latigazos, para eso están las hormonas del estrés.

Cuando un estímulo externo nos altera, nuestro cuerpo reacciona para volver al estado de equilibrio inicial. El estrés, en realidad, es nuestro mecanismo de defensa.

La ingenioso de la naturaleza está en qué hacer para liberar glucosa en el torrente sanguíneo, de tal manera que tengamos la energía suficiente como para volver a nuestro estado de equilibrio. ¿Cómo se las apañaba Lady Madonna para llegar a fin de mes?

El estrés es la solución no el problema.

Funciona así. El estímulo externo activa nuestro sistema neuroendocrino, pone en funcionamiento las glándulas adrenales, y se pone en marcha una reacción en cadena que se inicia liberando la hormona cortisol, lo que nos permite actuar hábil y rápidamente ante el estímulo, descargando glucosa en la sangre para dar energía a los músculos. Lo mismo hace la hormona glucagón; pero, desde el páncreas, donde se sintetiza.

Si el estímulo se mantiene en el tiempo, se libera cortisol en exceso, y es cuando sentimos algunos síntomas como irratibilidad, fatiga, cambios de humor, cefaleas, dolor muscular, calambres, poco apetito… ¿Le ha ocurrido alguna vez? Por otra parte, si usted padece diabetes, trate de mantener la calma porque un exceso de glucagón en la sangre puede resultar peligroso.

El estrés altera nuestra sexualidad.

En las mujeres afecta a la prolactina, la hormona de la leche. Si está en periodo de lactancia tómese las cosas con tranquilidad, un exceso en la sangre de esta hormona inhibe la síntesis de estrógenos, que le puede acarrear, a su vez, alteraciones menstruales e, incluso, falta de ovulación.

En los hombres cualquier alteración puede afectar al normal funcionamiento de su hormona sexual, la testosterona.

Cuando nuestro cerebro detecta un peligro externo, prioriza la liberación de cortisol en detrimento de la testosterona.

Si el estímulo se mantiene durante mucho tiempo es cuando aparecen los trastornos sexuales tales como impotencia, disfunción eréctil o falta de deseo sexual…., ¿le ocurrió alguna vez?

A las mujeres les ocurre lo mismo, pero en detrímento del estrógeno, por lo que puede que note alguna perturbación en su funcionamiento sexual; sin embargo, en el caso de las mujeres, tiene un efecto bidireccional, es decir, que esa reducción de estrógeno ejerce una función protectora ante los efectos del estrés.

El estrés, sí, abre el apetito a las mujeres.

Cuando una mujer siente fatiga extrema, cefaleas, alteración del humor, falta de deseo sexual, se debe a la disminución de progesterona, hormona que se sintetiza en los ovarios y que, entre otros efectos, les puede provocar un aumento de peso e, incluso, si lleva una vida demasiado estresante, obesidad.

En definitiva, lo peligros de la vida diaria ponen en alerta nuestro cerebro, y deviene en una reacción química en cadena que libera hormonas, en mayor cantidad cortisol, y en detrimento de las sexuales, para reestablecer el equilibrio natural o, pensado en abstracto, nuestra templanza.

 

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