Piense en una isla desierta. La soledad puede llegar a ser más peligrosa que el tabaco o la obesidad. Cuando la necesidad de tener relaciones sociales no se satisface, las personas inician un camino dramático a lo largo de un oscuro túnel que, si no encuentran la luz, les hunde psíquicamente. La ausencia de relaciones sociales y esa sensación de no tener amigos provoca angustia, estamos tristes, nos sentimos vacíos, aislados y distanciados del resto. Nos vuelve hostiles y resentidos con el mundo.
“Me gustaría desaparecer, soy una carga para los demás, no valgo para nada, soy un inútil, estaríais mejor sin mí, no tengo solución”. Pensamientos negativos y autodestructivos con un efecto de pozo sin fondo al que no se llega nunca y nos envuelve en la desesperación.
Dicen los expertos que, cuando nos sentimos solos, nuestro cuerpo se expone a un exceso de estrés, con unos efectos impredecibles que pueden acabar minando nuestra autoestima y alimentando nuestra frustración.
La OMS informa que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. Cada día casi 3000 personas en todo el mundo ponen fin a su vida y al menos 20 lo intentan por cada una que lo consigue y, la causa principal es la soledad, un problema del que no somos conscientes porque no se visualiza.
Pero, el problema no está sólo en la psique, sino que también afecta físicamente. Los jóvenes que no tienen amigos corren el riesgo, según un estudio de la Universidad de Harvard, de sufrir un infarto por un incremento de la proteína que se encarga de coagular la sangre, el fibrinógeno, que puede aumentar la presión sanguínea y los depósitos de grasa en las arterias.
De niños tenemos pensamiento abstracto. Un niño solitario no se dará cuenta de su soledad, quizá sólo una pequeña rabieta porque nadie quiere jugar con él; sin embargo, al llegar a la adolescencia y a la edad adulta, le puede suponer una falta de habilidades para relacionarse y tener contactos sociales, y el riesgo de perder oportunidades.
Ni siquiera cuando somos jóvenes tenemos una consciencia clara de la soledad. Estamos llenos de energía, entramos, salimos, tenemos el día ocupado y casi más parece que nos falta tiempo; pero, el tiempo no se dietiene, nos hacemos adultos, nuestra moderna sociedad, un neoliberalismo salvaje globalizado, nos llama a la eficiencia, el rendimiento y el individualismo; pero, poco a poco, nos vamos haciendo mayores y…
Los expertos definen como una epidemia del siglo XXI la soledad de las personas mayores. Las regulaciones legales, la medicina, la higiene ha mejorado sustancialmente nuestra calidad de vida. Los científicos nos dirían que la esperanza de vida de nuestros ancestros era de 30 ó 40 años. Hoy día miramos con esperanza hasta el horizonte de los 100 años. Para el año 2050 se prevé que los ancianos seamos un 20% de la población mundial. Y da vértigo, porque la soledad nos angustia y, más aún, tener conciencia de la soledad.
Pero, no es un miedo de ahora. Años atrás escuchábamos a Paul McCartney cantar, Eleanor Rigby, como fans y, siendo ya adultos, es cuando apreciamos su significado: “Toda esa gente solitaria, ¿de dónde vienen?” Quizá sea ese el miedo, que nos ocurra como a Eleanor Rigy, que nadie vino a su entierro, tan sólo su enterrador, que se alejaba sacudiéndose la tierra de las manos, el Padre McKenzie. Y, sin embargo, aunque no lo parezca, la soledad ¿puede ser un motivo de felicidad?
Para los amigos del club de la sologamia, sí. Imagínese que se casa consigo mismo, usted es su propio invitado, se va de luna de miel a algún lugar paradisíaco, al volver inicia una vida conyugal con su sóla compañía y, si las cosas no van bien, se divorcia de sí mismo… ¿Le parece una broma? No, no lo es. Parece que siempre es a los japoneses a quien se les ocurren estas modas; pero no, se inició en Estados Unidos, y ya se ha extendido, incluso tienen una web, «I married me», para reinvidicar su amor propio. En Kyoto, Japón, una empresa ofrece un paquete de dos días para que celebre su propia ceremonia de boda que, además de la estancia en un hotel, incluye vestido de novia, el ramo de flores, maquillaje, peluquería y sesión de fotos, todo por un precio similar al convencional.
Aunque se les ha criticado por narcisistas, la sologamia, que tuvo su origen en Estados Unidos, es una forma de entender la soledad que conduce a quienes lo practican a ser más felices, asumiendo un compromiso de amor propio y un sentimiento de autosuficiencia, sin necesidad de una pareja. La mayoría de los miembros del club son mujeres, aunque ya han conseguido convencer a algunos hombres para que se quieran a sí mismos.
Oscar Wilde decía que “amarse a uno mismo es el comienzo de una historia de amor eterna”.