Un gas carbónico venenoso para los perros.

En uno de sus cuentos, Antón Chejóv narraba cómo Zinochka, una joven institutriz, impartía a su pupilo una lección de ciencias naturales sobre la respiración. Para ilustrarle sobre los peligros del óxido de carbono se refirió a una vieja leyenda: “Hay un lugar cerca de Nápoles que se llama La Cueva del Perro en la que se desprende óxido de carbono, un gas venenoso; cuando en ella entra un perro, no puede respirar y fallece”.

En el Tomo I de El Instructor o Repertorio de Historia, Bellas Letras y Artes, de 1890, Universidad de Princeton, en el capitulo Relación de alguna grutas y cavernas curiosas, leemos:”En los países abundantes en volcanes se hallan algunas cavernas por cuyas hendiduras salen gases y vapores mortíferos. La más célebre de todas éstas es la Gruta del Perro, junto a Pozzuoli, cuatro leguas de Nápoles. Es una cueva pequeña; se levanta constantemente del suelo una especie de aire mortífero, conocido entre los químicos por el nombre de gas ácido carbónico, extremadamente fatal para la vida. Siendo este gas más pesado que el aire común atmosférico, queda extendido sobre el suelo como una capa de humo transparente de dos o tres pies de grueso; cuando un perro u otro animal pequeño entra allí, y aspira aquel fluido pernicioso, queda insensible, tanto que si no se saca afuera inmediatamente morirá”.

Un gas carbónico milagroso para los humanos.

Aún con sus reticencias porque contiene un gas venenoso, el Agua de Selz, de la que habla Zinochka, era un agua muy apreciada desde el siglo XVI por sus propiedades milagrosas y que manaba en Selz, en las montañas Taunus, en Hesse, Alemania, conocida como agua de soda, bicarbonato sódico, con un contenido de 250 miligramos por litro de dióxido de carbono, y que contenía también iones calcio, cloruro, magnesio, sulfato y potasio, y de la que en 1787 se llegó a exportar más de un millón de botellas. Mezclada con jarabe, se usaba como agua refrescante, además de sus propiedades diuréticas, era apropiada para las afecciones digestivas, y mezclada con vino abría el apetito. Debido a que algunas sustancias en su composición no eran aptas para todos los estómagos, además de sus usos famaceúticos, se comercializó como agua carbonatada, la soda, lo que conocemos como Sifón.

 

Un gas carbónico volcánico.

En tierras volcánicas el dióxido de carbono se encuentra en concentraciones que para Zinochka resultarían letales. La Gruta de los Perros, en Nápoles, se encuentra a apenas a unos 9 kilómetros del Monte Vesubio, “el inapagable”, activo y célebre volcán por su erupción del 24 de octubre del año 79 de nuestra era que sepultó las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, bien documentada por el naturalista Plinio el jóven, testigo ocular, en una carta remitida al historiador Tácito. El Vesubio emerge sobre una zona tectónica de elevada actividad por lo que está considerado como uno de los más peligrosos en todo el mundo.

Gas carbónico para entretener a los viajeros.

Con todo, la Cueva de los Perros no es natural, sino artificial. Aunque conocida de antiguo, ya dio noticia de ella Plinio el jóven, no se conoce cuál era su finalidad, podría tener alguna relación con las termas romanas de la zona, al albur del Vesubio. Si alguna vez visita Nápoles y le da por acercarse a visitar la cueva, no debe preocuparse si usted mide más de 2 ó 3 pies, pero si le acompaña su mascota procure llevarla en brazos, o quizás le ocurra lo que se relata en el Instructor:
“Las agonías que padece el animal son grandes, toda su naturaleza se estremece, y si sacado en tiempo se recobra , queda en un estado laxitud que apenas se recobra. Algunos que viven justo a esta gruta mantienen perros para hacer estos crueles experimentos, a fin de gratificar la curiosidad de aquellos viajeros que tienen más dinero que humanidad, o que dotados de poco entendimiento, no pueden comprender sino lo que perciben por los sentidos materiales. De esta práctica de atormentar perros proviene el nombre que los italianos han dado a esta cueva ‘Grotta del Cane’”.

Los lugareños como atracción para los «turistas» curiosos metían los perros en la cueva el tiempo suficiente para que hiciera efecto el dióxido de carbono, y de inmediato los lanzaban al aledaño Lago de Agnano para reanimarlos con el “shock”, pero no todos “resucitaban».

Sinceramente, no debe preocuparse, el anhídrido carbónico, o dióxido de carbono, es inocuo ¿Qué le ocurría a los perros? Perdían el «resuello». El dióxido de carbono no es tóxico ni nocivo para la salud humana, ni es útil para nuestra respiración. Altas concentraciones de este gas en interiores producen una sensación poco confortable, debido a que desplaza el oxígeno del aire y hace que la respiración se vuelva más fatigosa. De hecho en los habitáculos de nuestros hogares, lo que predomina es el anhídrido carbónico producido por nuestra propia respiración.