Cuentan que su hija un día le regaló un dibujo que figuraba una niña flotando en un cielo de diamantes. Tiempo después, igual nombre que a esa niña en el dibujo se le dio en su honor a una hembra de Australopithecus afarensis hallada en Etiopía, Africa, que figura ser la madre de la humanidad, nuestra Eva ancestral.
Nos gusta salir de viaje y saber
Quizá estaremos de acuerdo en que si hay dos cosas que caracteriza a nuestra especie son viajar y saber. En la antigua Grecia, un día un hombre deambulaba por la orilla de un río y se sentó al fresco bajo un álamo. Unas lavanderas en la orilla, habituadas a verle vagabundear por los alrededores, le preguntaron que cómo se ganaba la vida y éste replicó: “yo no trabajo, señora, soy Filósofo”. Y es verdad, a todos nos gusta saber.
Nuestros ancestros miraban al cielo buscando explicaciones a todos los fenómenos naturales. Para encontrar respuestas, nada mejor que unas buenas pócimas preparadas a base de hierbajos y raíces, y abandonarse a su suerte en un viaje alucinante por donde no se sabe muy bien. A los griegos no les convencía mucho esa magia y pensaron que era más cabal usar la razón, el sentido común.
A la ciencia moderna no le resulta sencillo determinar en qué momento de la evolución se implantó en nuestro cerebro el neocórtex, nuestra masa gris, la que nos hace tener consciencia de nosotros mismos y con la que nos significamos. Los existencialistas pusieron mucho empeño en ésto, en la conciencia del ser, en qué cada uno de nosotros somos únicos e independientes más allá de roles y etiquetas sociales, como Simone de Beauvoir, autora de “El segundo sexo”, que pasa por ser el santa santorum del feminismo moderno.
A finales de los años 60 del pasado siglo, parece que los griegos ya no convencían mucho y la gente se abandonó nuevamente a sus designios en viajes alucinantes. Es como si no se pudiera entender el estilo de vida de aquella época sin caer en un éxtasis de alucinaciones, al viejo estilo de Santa Teresa de Jesús. Quién sabe si cuando a John Lennon se le pasó por la mente Lucy in the Sky with Diamonds, en su alucinación imaginó que, unos años después, iba a aparecer en la Depresión de Afar, en Etiopía, Lucy, nuestra Eva ancestral.
Un viaje alucinante en bici
Pero, ¿qué es lo que tiene la Dietilamida de ácido lisérgico? Se dice que quién lo toma sufre alteraciones del espacio-tiempo, se va de viaje a algún lugar indeterminado del universo, flipa en colores y oye aquello que definían como sonidos psicodélicos, efectos éstos conocidos como sinestesia, una mezcla confusa de los sentidos, y eso que durante el viaje se sienten emociones de lo más desagradable como pánico, tristeza, confusión e imágenes terroríficas.
Una droga psicodélica, conocida también como Acido, es la responsable de esa pérdida de control y de la capacidad de discernir, que puede llegar a producir ansiedad, paranoias y delirios.
Igual que nuestros amigos nos ilustran con selfis de sus viajes por el mundo, la vanguardia de la época nos dejó como muestra toda una galería de sonidos e imágenes de sus viajes psicodélicos que, como si de aquellos mitos griegos se tratase, aparecen como flashbacks o recuerdos recurrentes de otro tiempo pasado.
De haber sido su droga un elixir de la eterna juventud, hoy 11 de enero hubiese cumplido 113 años el químico suizo Albert Hoffman, quien sintetizó en 1938 el conocido LSD a partir del cornezuelo del centeno. Pocos años después fue el primero en experimentar su efectos psicotrópicos mientras paseaba en bicicleta… , ¡habría que haberlo visto! Aunque su droga semisintética se comercializó como medicamento psicoterapéutico, con el tiempo se prohibió su consumo por el bien sabido uso recreativo que se le dio.