Las mujeres del Antigüo Egipto
La civilización egipcia se prolongó durante un periodo de aproximadamente 3 mil años. Es paradójico, pero en la antigüedad las mujeres de Egipto gozaban de mayor libertad que cualquier mujer de la sociedad actual en cuanto al tema laboral.
En aquellos tiempos, la mujer no era considerada una competencia para el hombre, sin embargo podía tener la posibilidad de ostentar y ocupar altos cargos de gran poderío como el de faraona o sacerdotisa, ejemplo de ello fueron Cleopatra y Nefertiti.
Por otra parte, las mujeres no eran condicionadas por sus familiares para desempeñar solo los oficios del hogar, sino que podían también administrar temporalmente las empresas de sus esposos en caso de su ausencia o muerte, trabajar como dueñas de fundos rurales, incursionar en labores como peluquería, niñeras, comadronas, masajistas privadas, y hasta convertirse en bailarinas profesionales.
No obstante las féminas solteras podían gestionar sus propios bienes o recursos, casarse y divorciarse además de reclamar su herencia o dote cuando desearan.
Las mujeres de alto estrato social no se comparaban con la de bajo estrato, pero en ninguno de los casos estas mujeres tenían acceso a la instrucción, es decir que incluso en las familias adineradas, las mujeres eran analfabetas.
Un matrimonio precoz
La edad promedio para casarse oscilaba entre los 12 y 14 años, más no significaba con ello que debía aceptar la imposición de un hombre que no desease, de allí que era ella quien decidía con quien compartir su vida marital. Sólo las que profesaban un profundo respeto hacia su progenitor, pedían su permiso para su aprobación.
Ninguna egipcia perdía su apellido al contraer matrimonio, tampoco era obligada a ser vigilada por un tutor o «chaperon» ni antes, ni después de casarse.
Contrato familiar
No conforme con esto, la mujer egipcia exigía un contrato familiar previo a las nupcias que garantizara su seguridad económica en caso de una posible separación.
En general la infidelidad no estaba penada, sencillamente para ello estaba el divorcio como solución, el cual podía solicitarse por cualquiera de las dos partes, salvo en aquellos pueblos más alejados donde la lapidación era una costumbre o tradición.