Se elevan las tensiones en Irak tras el tercer día consecutivo de las protestas anticorrupción que, para el viernes 4 de octubre, ya han dejado un total de 31 ciudadanos asesinados durante los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
El pasado jueves, las fuerzas especiales entraron a la ciudad capitalina de Bagdad con vehículos blindados para tratar de dispersar a la multitud que exige la dimisión de funcionarios corruptos y la generación de empleos para los jóvenes, mientras que la policía hizo uso de munición real contra los manifestantes.
Además de los fallecidos, más de 1.000 personas han resultado heridas por parte de los oficiales, de acuerdo a un balance actualizado de la situación.
Aunque el centro del movimiento se desarrolla en Bagdad, donde los manifestantes se concentran en los alrededores de la emblemática plaza Tahrir, otros poblados también han tomado las calles.
En Nasiriyah (sur), por ejemplo, siete personas fueron asesinadas, mientras que decenas resultaron heridas en la sangrienta jornada del jueves, 3 de octubre.
Al respecto de las manifestaciones, el primer ministro iraquí, Adel Abdel Mahdi, pronunció un discurso en cadena nacional por televisión, en el que defendió su gestión y la administración de una crisis política “que amenaza con destruir al Estado entero”.
A pesar de no haber enviado un mensaje directo a los manifestantes, el premier sí prometió “pensiones a las familias sin recursos”, al tiempo que pedía paciencia para poder aplicar las políticas sociales que lo llevaron al poder en primer lugar.
No obstante, la ciudadanía podría no estar dispuesta a esperar a que Abdel Mahdi cumpla sus promesas.
De acuerdo a Alí, un diplomado de 22 años en desempleo, las protestas continuarán “hasta la caída del régimen”.
“Quiero trabajar, quiero poder casarme, pero apenas tengo 250 dinares en el bolsillo (menos de 20 céntimos de euro)”, explicó Alí a la AFP, al tiempo que agregaba que, mientras tanto, “los dirigentes están amasando millones”.
Por su parte, un jubilado llamado Abu Jaafar afirmaba a AFP que se unió a las protestas en apoyo a las jóvenes generaciones que no pueden construirse un futuro.
Al respecto de la represión, Jaafar agregó:
“¿Por qué los policías disparan a otros iraquíes como ellos? También sufren como nosotros, deberían ayudarnos y protegernos”.
A pesar de que la guerra de Irak finalizó hace ocho años, las consecuencias del conflicto bélico se siguen sintiendo en el país del suroeste asiático, donde la corrupción es tan alta que ocupa el decimosegundo puesto en la lista de Transparency International.
Además, la nación sufre un galopante deterioro en los servicios públicos que han dejado la escasez de electricidad y agua potable como una de las principales consecuencias.